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Somos, o nos hacemos?

La gran pregunta. Aqui encontrara algunos claros ejemplos de por que estamos donde estamos.

26 mayo 2008

EMPRESARIOS DEL CAMPO

Por Jorge Fontevecchia | 26.04.2008 | 23:32
El kirchnerismo encontró
por primera vez un enemigo de peso. No es lo mismo enfrentar a piezas
de museo como los representantes de la dictadura o conceptos como el
neoliberalismo de los '90, que al campo. La perplejidad del Gobierno
ante tanta resistencia inesperada surgió de un error de taxonomía, la
ciencia que clasifica a los seres vivos. En su análisis incluyó a los
productores rurales dentro del rubro empresarios. A estos últimos, el
Gobierno los tiene bien catalogados y sabe cómo manejarlos apelando a
su codicia, y a que "el capital siempre es cobarde".
Para muchos empresarios, la relación con sus fuentes de producción
puede ser más o menos abstracta. Sus máximos ejecutivos pasan de
conducir una fábrica de galletitas a una petrolera. Lo mismo hacen la
mayoría sus accionistas: invierten en diferentes empresas guiados casi
exclusivamente por la rentabilidad de corto plazo. Si una actividad se
convierte en deficitaria, no entablarán una guerra santa por ella:
migrarán a otra. Y en el caso de las multinacionales, si un país deja
de ser atractivo, siempre habrá otro mejor. Son tan previsibles como
condicionables.
El problema para el Gobierno es que los productores rurales quieren
ganar dinero como los empresarios, pero son otra clase de personas. La
relación con su medio de producción no sólo no es abstracta, sino que
es visceral. La incidencia que tiene la naturaleza en la suerte de su
producción genera vínculos religiosos con esa tierra que trabajan. Lo
que entre los empresarios hoy es la excepción, en el campo es la
norma: el padre y el abuelo de esos productores se dedicaron a esa
misma actividad, y no pocas veces en ese mismo campo que puede
albergar la casa donde viven o se criaron sus hijos.
A las cuestiones emocionales se les agrega una dimensión
metaideológica. El capitalismo rural tiene una relación con la
propiedad privada muy anterior a la del capitalismo como sistema
político y económico. La propiedad privada es vivida como absoluta y
perpetua, de una forma muy diferente a como, por ejemplo, Techint
digiere la estatización de Sidor, su mayor acería en Venezuela:
dependiendo de cuánto pague Chávez de indemnización, los accionistas
podrían tener motivos hasta para festejar.
Es extraño que un gobierno que en su mesa chica cuenta con un maoísta
como Zannini (por eso le dicen "el Chino") no haya advertido a
Lousteau y a Alberto Fernández de que tanto Mao como Stalin hicieron y
deshicieron la industria y el comercio de sus países, pero al
intervenir en el campo tuvieron que enfrentar sus más duras batallas.
Mientras Lenin vivió, la economía soviética permitió que el campo
fuera una actividad no socializada. Bujarin, que fue junto con Stalin
uno de los herederos preferidos de Lenin, para motivar a los
agricultores prósperos (kulaks, en ruso) a producir más alimentos para
la creciente demanda de las ciudades, llegó a recomendar:
"Enriqueceos". Pero en 1928, cuando el Estado fijó un precio bajo para
el trigo, los agricultores se negaron a vender. Stalin ordenó el
decomiso, algunos agricultores trataron de esconder su cosechas y
luego pasaron a quemarla o tirarla a los ríos. La escalada concluyó en
1930, con la colectivización del campo, durante la cual 150.000 kulaks
fueron asesinados y 3 millones de campesinos murieron entre 1932 y
1933 por la hambruna que provocó la colectivización. Recién en 1935 se
levantó el racionamiento de pan, pero la producción de todos los demás
alimentos no sólo era todavía menor a la de antes de la
colectivización, sino inferior a la de 1914. En 1938, Stalin ordenó la
ejecución de Bujarin por desviaciones derechistas. Entre las pruebas,
estaba aquel "enriqueceos" a los agricultores.
Mao colectivizó la producción agrícola en 1958, como parte del plan
Gran Salto Adelante. Los resultados no fueron menos desastrosos: en
1960 murieron de hambre treinta millones de chinos. En 1971 se volvió
a garantizar la propiedad privada de tierra para estimular la
producción.
Tanto Stalin como Mao intervinieron el campo para capturar su renta y,
con ella, subsidiar el desarrollo de la industria y transferir
recursos del interior a los centros de decisión. En todos los casos,
para vencer la resistencia de los productores fue necesario
arrancarlos por la fuerza de sus tierras y matar a decenas de miles de
ellos.
La Argentina está infinitamente lejos de esa situación. Además, sería
muy injusto para el Gobierno compararlo con Stalin o Mao. Sin embargo,
es útil para comprender que muchos ruralistas no tienen una empresa
del campo, sino una actividad que los integra culturalmente con sus
raíces. En las batallas por dinero, el coraje tiene un límite. En las
otras, puede no tenerlo.

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